Ezekiel 5

En la lectura de hoy:

El hambre, las enfermedades, la espada; el remanente será perdonado; la visión de la gloria de Dios; la visión de la mortandad en Jerusalén

Catorce años después de la conquista inicial de Nabucodonosor sobre el reino de Judá, la vida en Jerusalén parecía haber vuelto a estar normal. Por consiguiente, el pueblo no quiso creer a Ezequiel, quien estaba en Babilonia, cuando él profetizó con respecto a Jerusalén: «Vuestros altares serán asolados, y . . . serán desiertas las ciudades» (Ezequiel 6:4-6). Aun los israelitas que estaban cautivos en Babilonia estaban seguros que Dios iba a proteger a Jerusalén y al único templo sobre la tierra donde la presencia de Dios moraba.

Pero Ezequiel continuó advirtiendo: « . . . y al que esté en la ciudad lo consumirá el hambre y la pestilencia» (7:15). ¡Qué profecía tan horrible!

Catorce meses después de su visión (1:1-2), Ezequiel informó: « . . . el Espíritu me alzó . . . y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén» (8:1-5).

El profeta entonces vio en su visión: «las grandes abominaciones que la casa de Israel (hacía) . . . malvadas abominaciones . . . mujeres que estaban allí sentadas endechando a Tamuz (la diosa babilónica de la fertilidad), (y) . . . como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo de Jehová . . . y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente». Como resultado de su desobediencia a la Palabra de Dios, los israelitas habían « . . . llenado de maldad la tierra» (8:6,9-14,16-17).

El pueblo no quería creer su segunda visión que mostró la razón por el horrible juicio que venía sobre Judá y sobre Jerusalén. Tal y como Ezequiel había profetizado: « . . . ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová» (7:19). Lo mismo se puede aplicar hoy en día a nuestra generación con su exagerado énfasis sobre el materialismo, el éxito, y su denegación a leer la Palabra de Dios.

Las riquezas nunca fueron dadas por Dios con el propósito de acumularlas por egoísmo o desparramarlas sobre nosotros mismos. Dios les confía a las personas las riquezas « . . . para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra» (II de Corintios 9:8). La actitud del corazón es lo más importante, pues los ricos y aun los pobres desean siempre tener más posesiones.

El Espíritu Santo nos advierte: «Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición» (I de Timoteo 6:9).

Pensamiento para hoy:

«Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento» (I de Timoteo 6:6).

Lectura opcional: Apocalipsis 7

Versículo de la semana para aprender de memoria: Santiago 1:2-3