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Alimento Diario - 17 de Febrero

  

Ábrenos la puerta

… Y se cerró la puerta. Después llegaron también las otras. "¡Señor! ¡Señor! —suplicaban—. ¡Ábrenos la puerta!" "¡No, no las conozco!", respondió él. Mateo 25:10-12

En los días previos al Super Bowl 2011, de lo único que se hablaba en las noticias era del partido, y de los jugadores de cada equipo. Así nos enteramos de sus vidas particulares, de la historia de sus familias, ¡y hasta de la historia de sus amigos!

Luego del Super Bowl hubo otras historias, como la de Tom y Nancy, una pareja de Pennsylvania, que viajó a Texas para presenciar el partido.

Ellos habían pagado $800 dólares, así que sabían que no iban a tener los mejores asientos, pero estaban contentos con poder presenciar el juego.

Sin embargo, estaban equivocados. Los asientos que ellos habían comprado, junto con muchos más, habían sido declarados ‘inseguros’, por lo que no pudieron ser utilizados. Luego de haber invertido alrededor de $20.000 dólares en el viaje, Tom y Nancy terminaron viendo el partido en un televisor ubicado en un salón debajo del estadio.

La razón por la que cuento esta historia es porque si bien ellos depositaron sinceramente su confianza en que iban a recibir lo que esperaban, les falló. Y, al igual que las vírgenes insensatas de la parábola de Jesús, quedaron afuera.

Es una pena que, cuando se trata del aspecto espiritual, tantas personas hagan igual que Tom y Nancy. Confían en ellos mismos, en su familia, en sus amigos, en su trabajo, en otras religiones… y así como Tom y Nancy, van a terminar decepcionados. Cuando llegue el día del Juicio Final se van a quedar afuera, pidiendo que les abran la puerta.

Sólo hay una persona en quien debemos depositar nuestra confianza: el Salvador Jesucristo. Él es el único que nunca nos ha mentido; el único que siempre ha cumplido sus promesas; el único que ofreció su vida como pago del rescate por nuestro perdón.

Jesús y sólo Jesús. Él es el único en quien podemos confiar sin temor de ser decepcionados.

ORACIÓN: Padre celestial, cuando la humanidad cayó en pecado, tú prometiste enviar un Redentor. Esa promesa la cumpliste en la persona de tu Hijo. A través de su vida, sufrimiento, muerte, y resurrección, recibo perdón y salvación. Te pido que a través de tu Espíritu Santo llegues a quienes aún no te conocen, para que encuentren también en Jesús al camino, la verdad, y la vida. En su nombre. Amén.

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