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Alimento Diario - 11 de Junio, 2012

  

 

Algunas cosas son ciertas

Me fijé que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos. Eclesiastés 9:11

A veces damos lo mejor de nosotros mismos para tratar de obtener el mejor resultado.

Un ejemplo es que nos esforzamos mucho en obtener buenas calificaciones en nuestros estudios, pues sabemos que la competencia que hay para obtener becas en las universidades es muy grande. ¿Por qué? Pues quienes logran entrar en las mejores universidades, luego obtendrán los mejores trabajos, ganarán más dinero, y tendrán futuros brillantes.

Pero también sabemos qué sucede cuando asumimos cosas.

El versículo para hoy, tomado del libro de Eclesiastés, nos recuerda, en forma muy poética, que en este mundo no hay nada cierto. La vida en esta tierra está llena de vueltas inesperadas, y a veces también de sorpresas. Por más que nos esforcemos por hacer todo lo posible para triunfar, a veces simplemente no lo logramos.

L a simple verdad es que a todos nos llegará el día en que seremos juzgados por nuestros pecados. Eso, en sí mismo, ya es una perspectiva no muy atrayente, pero gracias a Dios, no es la única cosa cierta. Porque también es cierto que Jesucristo tomó sobre sí mismo nuestros pecados, y pagó el precio que a nosotros nos correspondía pagar por ellos. Para eso es que él vino a vivir en nuestro mundo, sacrificándose a sí mismo por cada uno de nosotros.

El apóstol Pablo lo dice muy claramente: “Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Romanos 3:22-24).

Demos gracias a Dios porque no escatimó la vida de su propio Hijo por nosotros.

ORACIÓN: Padre celestial, ayúdanos a depender totalmente de ti, pues tú tienes nuestro futuro en tus manos. A través de tu Espíritu obra la fe en nuestros corazones para que creamos en el sacrificio perfecto de tu Hijo, y ayúdanos a vivir en obediencia y servicio a tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén.

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