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El Camino Bíblico - 12 de Febrero

 

Leviticus 16

En la lectura de hoy:

El día de la expiación; el macho cabrío enviado al desierto; prohibición de comer sangre; leyes civiles y religiosas; actos de inmoralidad prohibidos

Anualmente, en el día de la expiación, Aarón, el sumo sacerdote, tenía que primeramente presentar un becerro como sacrificio por sus propios pecados antes de continuar con las ofrendas del pueblo. Dios había dicho: «Con esto entrará Aarón en el santuario: con un becerro para expiación, y un carnero para holocausto. . . . Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. . . . Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro . . . y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. . . . (Y) pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él . . . todos sus pecados (del pueblo), poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto . . . Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos . . . Porque en este día se hará expiación por vosotros» (Levítico 16:3-30).

Dos cabríos eran necesarios para expresar la expiación doble de nuestro Señor Jesucristo. Un cabrío era sacrificado en el altar como sacrificio expiatorio. Entonces Aarón ponía sus manos sobre la cabeza del otro macho cabrío, el que se iba a escapar, y confesaba los pecados del pueblo, y así transfería sus pecados al macho cabrío vivo, « . . . y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto» (16:21-22), donde se desaparecía de su vista, un símbolo de: «Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones» (Salmos 103:12). No había justificación por esa acción, solamente una «cobertura» de los pecados de aún otro año para los israelitas. Pero Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, no necesitaba ofrecer un sacrificio por Sí mismo, porque Él es «Santo». «Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía: . . . que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a Sí mismo» (Hebreos 7:26-27).

El macho cabrío que se escapaba tiene una aplicación adicional para nosotros, pues nosotros debemos de olvidar y no recordar las ofensas que son cometidas contra nosotros. Por lo tanto: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (Efesios 4:31-32).

Pensamiento para hoy:

Nunca debemos de condenarnos a nosotros mismos, ni a otros, por pecados ya confesados y abandonados — porque ya Dios los perdonó.

Lectura opcional: Marcos 10

Versículo de la semana para aprender de memoria: Efesios 3:17