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Alimento Diario - 26 de Abril

  

El Señor nos cuida

Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. Salmos 121:4-5

El hombre de 44 años estaba desesperado, psicológicamente hablando, ‘al borde de la locura’, y pensaba seriamente en cometer suicidio.

En un momento de claridad, logró llamar al número telefónico de ayuda. Eran alrededor de las 2 de la mañana. Su llamada la recibió un pastor, consejero entrenado de la Iglesia de Suecia.

El hombre comenzó a contarle lo que le sucedía, mientras el pastor escuchaba en silencio.

Luego de hablar durante casi cuatro minutos, el pobre hombre podía oír la respiración profunda al otro lado de la línea, por lo que preguntó en voz bien fuerte: “¿Está anotando lo que le digo?”, ante lo cual el pastor se despertó... pero sólo por unos breves minutos.

Al darse cuenta que el pastor se había vuelto a dormir, el hombre colgó.

Lo bueno de todo esto fue que, al ser ignorado de tal forma el hombre se enojó tanto, que se olvidó de la idea que había tenido previamente de cometer suicidio.

La mayoría de nosotros podemos comprender su enojo. Como pastor, muchas veces prediqué sermones que no fueron escuchados por una gran parte de la congregación. Como padre, sé que hubo momentos en que mis hijos no escucharon mis consejos.

Seguramente usted también puede hacer su propia lista de momentos en que los demás estaban tan despreocupados, que no prestaron atención a lo que usted les decía.

Gracias a Dios que tenemos un Señor que siempre presta atención a las oraciones humildes y sinceras de su pueblo. Como dice el salmista: “El Señor jamás duerme ni se adormece”.

Es tan sólo otra forma de asegurarnos que el Señor está vigilante, y que constantemente nos escucha, protege y bendice.

Y si se pregunta por qué Dios hace esto por sus hijos, la respuesta es simple: debido a Jesucristo, su Hijo, nuestro Salvador y hermano.

Esa es la razón por lo cual elevamos nuestras oraciones “en el nombre de Jesús.”

ORACIÓN:  Señor Dios, te doy gracias porque debido a lo que Jesús ha hecho, me has adoptado como miembro de tu familia en la fe. Y aún más, me regocijo porque siempre estás dispuesto a escuchar mis oraciones; a ayudarme en mi necesidad y protegerme. Padre celestial, ayúdame a estar igualmente listo a escucharte. En el nombre de Jesús. Amén.

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