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El Camino Bíblico - 28 de Julio


Ecclesiastes 1

En la lectura de hoy:

La vanidad (el vacío) de vivir por los placeres y obtener sólo lo material; una razón para cada cosa; varios proverbios sobre la sabiduría

Sería bien fácil de llegar a ser conmovidos sobre todos los logros de Salomón. Él mismo escribió: «Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados . . . Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén . . . (no) negué a mis ojos ninguna cosa que desearan» (Eclesiatés 2:4-10).

Salomón consiguientemente concluyó: «Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol» (2:11). Salomón estuvo correctamente preocupado al decir: «Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu» (2:17). Tristemente algunas personas hoy en día todavía están tratando de encontrar un cumplimiento en sus vidas persiguiendo los placeres terrenales mientras que viven ignorando la voluntad de Dios.

Cuando Salomón empezó su reinado, se nos dice: «Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David» (I de Reyes 3:3). Pero, al fijar su vista más y más en sus proyectos materiales, sus riquezas, y sus mujeres, sus prioridades fueron torcidas y gradualmente empujó a Dios lejos de su vida. La vida de Salomón nos recuerda de muchos a quienes Dios ha probado con éxito sobre las cosas materiales, pero tales riquezas no enriquecieron el reino de Dios, pues podían haber sido usadas para dejarles saber a otras personas del mundo que Dios les ama.

La vida es muy corta y nadie puede revivir ni aun un minuto. Cada persona debe de preguntarse: «¿Cuál es el propósito para mi breve vida?»

Todos nosotros queremos oír a Jesús decir: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Eclesiatés 8:5).

Pensamiento para hoy:

Las posesiones y los placeres no se pueden sustituir por la «Persona» a quien le debemos nuestra suprema devoción — el Señor Jesús.

Lectura opcional: Hebreos 5

Versículo de la semana para aprender de memoria: Gálatas 6:9