Crosswalk.com

El Camino Bíblico - 26 de Agosto


Jeremiah 41

En la lectura de hoy:

Gedalías es asesinado; Jeremías es llevado a Egipto; la desolación de Judá por su idolatría

Dios usó a Nabucodonosor para castigar a Su pueblo rebelde y cumplir Su profecía sobre la destrucción de Jerusalén. El pueblo oyó que « . . . el rey de Babilonia había puesto a Gedalías hijo de Ahicam para gobernar la tierra, y que le había encomendado los hombres y las mujeres y los niños, y los pobres de la tierra que no fueron transportados a Babilonia» (Jeremías 40:7).

Gedalías estableció su gobierno en Mizpa, unos 8 kilómetros al noroeste de las ruinas de Jerusalén. Gedalías entonces hizo un banquete en honor de Ismael en Mizpa. Ismael era un líder de un partido nacional que estaba en contra de los babilonios. Durante este banquete Ismael y sus diez compañeros asesinaron a Gedalías (II de Reyes 25:25; Jeremías 40:7-41:18). Los israelitas que estaban en ese lugar parece que estaban esperando que Nabucodonosor se vengara otra vez. Entonces, ellos se escaparon a Egipto y aun forzaron a Jeremías a ir con ellos.

En Egipto Jeremías vio a los israelitas seguir en su decadencia y en sus pecados mientras que adoraban a Astoret diosa de los sidonios. «Entonces . . . todo el pueblo que habitaba en tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo: La Palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos» (44:15-19).

Algunos dirán que el piadoso profeta Jeremías, por seguro, se merecía haber sido tratado mejor que eso por su lealtad al Señor. Pero, aunque desanimado por la incredulez de su pueblo, Jeremías no tenía nada que temer, pues él sabía bien que su vida estaba en las manos de su Dios. Jeremías no se comprometió con ellos, pero se mantuvo fiel a Dios, sin tener cuidado de las consecuencias. Por seguro, todos nosotros también podemos decir junto con el apóstol Pablo, siervo de Dios: «Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Filipenses 3:8).

Pensamiento para hoy:

Iluminemos el camino de alguien con la Luz de Dios cada día.

Lectura opcional: Judas 1

Versículo de la semana para aprender de memoria: Proverbios 3:1-2