Dios Sabe...Cuando Me Estoy Hundiendo Parte 1 - Aventuras en la Historia Sagrada - La Semana del 6 de Marzo
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- 2023 Mar 06
Dios Sabe...Cuando Me Estoy Hundiendo - Parte 1
Cuando llegó el día en que debían embarcarse hacia Italia, Pablo y los otros prisioneros fueron encargados a un centurión llamado Julio. Cada prisionero era encadenado a un soldado. A Pablo, como ciudadano Romano, se le permitió llevar un doctor y un sirviente en el viaje. Así que dos amigos leales, Lucas y Aristarco, fueron con él. Esto fue una bendición para Pablo, ahora estaba viejo y enfermo.
El viaje iba bien al principio. Navegaron pasado el norte de Chipre, y arribaron en Mira, donde se cambiaron a un barco que se dirigía a Italia. Vientos contrarios aumentaban lentamente pero finalmente llegaron al puerto de Buenos Puertos en la isla de Creta. "Será mejor pasar aquí el invierno, advirtió Pablo, el viajero experimentado, "o se perderá todo." Para entonces, ya era Octubre, y para Noviembre era imposible navegar. No podían navegar con el cielo nublado.
La Tormenta
Pero aquellos que estaban encargados decidieron ir a un mejor puerto para pasar el invierno. No habían pasado mucho tiempo en el mar cuando azotó una tormenta. ¡Bastante trabajaron los marineros para salvar el barco! Ataron cuerdas alrededor de barco de madera para fortalecerlo. Echaron cargamento al agua y bajaron la vela mayor. Pero no era suficiente. Catorce días con sus noches flotaron a la deriva.
Pablo era el único que se mantenía con ánimo. Él compartió el secreto de su confianza: "Tengan buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre ustedes, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quién soy y a quien sirvo, diciendo: ' Pablo no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.' Por tanto, Varones, tengan buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se ha dicho."
Finalmente, el barco se acercó a tierra. Rápidamente, echaron las cuatro anclas y esperaron la luz del día. Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos a que comieran. Tomó pan y públicamente dio gracias a Dios por él, partió un pedazo y empezó a comer. Animados, los demás empezaron a comer también. Luego tiraron el resto del trigo al mar para aligerar el barco.
"Intentemos alcanzar esa playa," gritó alguien. Cortaron las anclas y largaron las amarras del timón para guiar el barco.
De pronto, el barco encalló y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. "Los que sepan nadar, salten y naden a tierra," ordenó Julio. "Los demás, tomen algo en lo que puedan flotar." Todos estaban en agua honda. Pero Dios había escuchado las oraciones de Pablo. Todos llegaron a tierra a salvo. ¡La promesa de Dios se había cumplido!
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