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Encuentro con Jesús - 3-4 de Abril, 2010

Abril 3, 2010

Mateo 28.1-8 

Un grupo de mujeres afligidas se dirigía a la tumba del Señor Jesús en la mañana del domingo después de su muerte. Su Salvador, el Señor de señores y Rey de reyes, había sido azotado brutalmente y luego crucificado. Los corazones de las mujeres debieron haber estado agobiados por la decepción y la tristeza. Pero en un instante, el duelo se convirtió en gozo. Un ángel las saludó con estas palabras de consuelo: "No está aquí, pues ha resucitado, como dijo" (Mt 28.6).

De repente las cosas desconcertantes que el Señor había dicho tenían sentido. No sólo había profetizado su propia muerte y resurrección (Mt 16.21), sino que también había explicado su relación con Dios como una "unidad" (Jn 10.30). La tumba no podía retener al Todopoderoso. La resurrección puso fin a cualquier duda que los seguidores de Cristo pudieran haber albergado acerca de quién era Él.

Dios cumplió cada una de sus promesas y profecías sobre el Mesías. Por ejemplo, Jesús murió en la cruz antes de que los soldados decidieran romper las piernas a los crucificados (Éx 12.46; Sal 34.20). Pero abrieron su costado con una lanza para estar seguros de que había muerto (Is 53.5). En lo que parecía ser el fin, Cristo fue sepultado en la tumba de un rico (Is 53.9); pero no se quedó en ella.

El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él. Jesucristo conoce nuestros nombres, nuestras circunstancias y lo que necesitamos y deseamos. El consuelo de la tumba vacía es que nuestro Salvador vive y vela por nosotros, como Él mismo lo dijo (He 7.25; 12.2). El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él.

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