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Encuentro con Jesús - 13 de Abril, 2010

Abril 13, 2010

Filipenses 2.3-11 

Para poder salvar a la humanidad y derramar su gracia abundante sobre quienes no la merecían, Cristo tuvo que tomar la decisión voluntaria de dejar el cielo y convertirse en un hombre. Tomó sobre sí la debilidad de la humanidad, pero sin perder jamás su divinidad. Aunque siguió siendo totalmente divino, no se aferró a su igualdad con Dios, sino que limitó la utilización de sus poderes y derechos sobrenaturales.

Por tener una comprensión incompleta de todo aquello de que se desprendió, muchas veces no valoramos la magnitud de lo que significó que Cristo descendiera de las riquezas de la gloria a la pobreza de la humanidad. Cambió la alabanza y la adoración de las huestes angelicales por las burlas y los abucheos de una multitud enfurecida. Dejando a un lado su omnipotencia, experimentó la debilidad de la fatiga y la necesidad de dormir. Siendo inmortal, pero deseando pagar nuestra deuda de pecado, tuvo que hacerse humano para morir por usted y por mí.

Aquel que tenía autoridad sobre toda la creación (Col 1.16, 17) caminó en esta tierra en sumisión total a la voluntad del Padre (Jn 5.19, 30), "haciéndose obediente hasta la muerte" (Fil 2.8). En vez de confiar en sus propias fuerzas, dependía del poder de Dios (Hch 2.22). La manera de vivir de Jesús no sólo logró nuestra salvación, sino que también nos dio un ejemplo a seguir.

Cada creyente tiene que tomar una decisión. ¿Voy a vivir a mi manera y exigir mis derechos, o me vaciaré y me someteré a Dios? Sólo al humillarnos y someternos a la obediencia al Padre, experimentaremos el gozo del Señor y la gloria de su recompensa eterna en el cielo. Cada creyente tiene que tomar una decisión. ¿Voy a vivir a mi manera y exigir mis derechos, o me vaciaré y me someteré a Dios? 

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