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Encuentro con Jesús - 17-18 de Abril, 2010

Abril 17, 2010

Hechos 9.1-31 

¿Conoce usted a alguien con una actitud hostil hacia Dios? Es probable que parezca imposible que una persona así pueda ser salvada. Pero nadie está demasiado lejos del alcance de nuestro amoroso Padre celestial.

Saulo de Tarso, conocido también como Pablo, es un ejemplo perfecto. Era un fariseo que perseguía a los cristianos. De hecho, aprobó la muerte de Esteban a pedradas por su fe en Cristo (Hch 8.1). El odio de Pablo a los creyentes surgía de su desconocimiento de la gracia y el pecado. Según la ley, él era lo más intachable que se podía ser humanamente hablando.

Saulo estaba empeñado en librar al mundo de los seguidores de Cristo, pero el Señor tenía otros planes. Cuando fue cegado por la luz y enfrentó sus acciones equivocadas, Saulo respondió a Dios, se arrepintió, y creyó. Este apóstol dedicó después el resto de su vida a difundir el evangelio.

Nuestro Dios todopoderoso puede alcanzar a cualquier persona. La salvación es posible sólo cuando Él convence a una persona de su pecado y de su necesidad de redención. Sin embargo, la mano reconciliadora del Señor no se detiene después que la persona es salva. Él sigue revelando las áreas de pecado que necesitan atención. Y luego equipa al creyente, dándole fuerzas y dirección por medio del proceso de santificación.

La convicción de pecado suele ser incómoda. Muchas veces, vamos a la iglesia con la esperanza de ser alentados por el pastor y salir de allí sintiéndonos bien. Aunque el aliento, la paz y el gozo son aspectos vitales de la vida cristiana, el mejoramiento es también necesario. Es el testimonio de la mano de Cristo en nuestra vida, que nos moldea para ser como Él. La convicción de pecado suele ser incómoda. Muchas veces, vamos a la iglesia con la esperanza de ser alentados por el pastor y salir de allí sintiéndonos bien. 

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