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Encuentro con Jesús - 4 de Mayo, 2010

Mayo 4, 2010

1 Juan 1.1-3 

Génesis 1.27 enseña que Dios nos creó, varón y hembra, a su imagen. Pero, como resultado de la rebelión de Adán, el pecado entró en el corazón de sus descendientes y nos separó a todos de nuestro Creador. Con ese acto de desobediencia, la naturaleza humana se volvió egoísta, en vez de centrarse en el Señor. El deseo de pasar tiempo con Dios fue sustituido por la inclinación a alejarnos de Él.

Como Dios conocer nuestro dilema —que somos esclavos de nuestra "carne", y que no podemos pagar la deuda que tenemos— envió a su Hijo Jesucristo para que fuera nuestro sustituto. Por ser perfectamente "santo, inocente, sin mancha" (He 7.26), sólo Cristo estaba calificado para llevar nuestros pecados a la cruz y pagar la deuda que teníamos. Cuando aceptamos la obra hecha por el Señor Jesús a nuestro favor, estamos reconociendo su señorío sobre nuestras vidas. Entonces somos adoptados en la familia de Dios y tenemos comunión con Él (1 Co 1.9).

Aparte unos minutos para reflexionar en la "misión de rescate" de Cristo. El Señor Jesús, el Único sin pecado, decidió tomar los pecados de la humanidad para salvarnos de la separación eterna del Padre celestial. Él dio voluntariamente su vida para que pudiéramos ser reconciliados con Dios y vivir con Él para siempre. Al pensar en esta asombrosa demostración de gracia y amor, nuestra respuesta debe ser un fuerte deseo de tener comunión con Él.

Usted fue creado para tener una dulce comunión con el Padre celestial. El Señor Jesús murió para que pudiéramos ser parte de su familia. ¿Qué tan fuerte es su necesidad de comunión con Él? ¿Es más fuerte que el clamor de las cosas del día, o la olvida por exigencias de la vida diaria? Usted fue creado para tener una dulce comunión con el Padre celestial. El Señor Jesús murió para que pudiéramos ser parte de su familia.

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