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Encuentro con Jesús - 10 de Junio, 2010

Junio 10, 2010

2 Timoteo 4.6-18 

El pasaje de hoy capta un momento doloroso en la vida del apóstol Pablo. Mientras estaba en la celda de una prisión, sabía que su muerte era inminente. Había dedicado los últimos años a enseñar, capacitar y ganar almas para Cristo, pero ahora estaba solo y sin ayuda durante su juicio y el tiempo en la cárcel. Debió haber sentido una soledad abrumadora.

Pablo se sentía abandonado, pero no culpó a nadie, ni se compadeció de sí mismo, sino que enfrentó el sufrimiento con valentía. ¿Qué lo motivó a mantenerse fortalecido durante ese tiempo tan difícil?

Para el apóstol, el reconocimiento de la presencia de Cristo le daba consuelo, y lo motivaba a perseverar. El meditar en la Palabra de Dios y orar en su celda, sin duda lo animó (2 Ti 4.13). No sólo porque sabía que Dios estaba con él en ese momento, sino porque también recordaba los tiempos pasados cuando el Señor había intervenido. Por ejemplo, años antes, Pablo había tenido una visión que le decía que no tuviera miedo durante una tempestad en el mar. Y aunque el barco encalló, todos los hombres sobrevivieron (Hch 27.22-24).

Para quienes conocemos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, su fortaleza está a nuestro alcance en su íntima presencia. Nuestro Padre celestial promete que no abandonará a sus hijos, aunque todo el mundo se haya marchado.

¿Le han dejado sus circunstancias un sentimiento de soledad? Recuerde los tiempos cuando Dios fue evidente para usted, cuando reveló claramente su presencia en su vida. Y lea su Palabra, para que la verdad de su presencia pueda consolarle y darle valor. Como creyente, usted nunca está absolutamente solo. ¿Le han dejado sus circunstancias un sentimiento de soledad? Recuerde los tiempos cuando Dios fue evidente para usted, cuando reveló claramente su presencia en su vida.

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