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Encuentro con Jesús - 12 de Julio, 2010

Julio 12, 2010

Romanos 3.21-26 

Saber lo que creemos es crucial para tener fe. Ayer vimos dos de las bendiciones que tenemos por la sangre del Salvador. Hoy veremos dos más. Al confiar en Cristo como Salvador, somos…

Justificados. La justificación es el proceso por el cual Dios nos declara "inocentes". Romanos 3.23 condena a toda la humanidad como pecadores que están bajo sentencia de muerte y frente a una terrible eternidad aparte del Señor y de sus bendiciones. Pero todo cambia para la persona que acepta la sangre derramada de Cristo como pago por sus pecados; por medio de Jesús, nuestro Padre celestial declara inocente al pecador, le otorga la justicia de Cristo y adopta al nuevo creyente en su familia (Gá 3.26). El sacrificio de Jesús satisfizo nuestra deuda de pecado, y su muerte fue contada por Dios como la nuestra (ro 5.9).

Reconciliados. antes de ser salvos, estábamos separados de dios y muertos espiritualmente (ef 2.1). No teníamos manera de eliminar la brecha que había entre él y nosotros. Cristo envió a su Santo espíritu para convencernos de nuestra culpa (Jn 16.8), ayudarnos a ver nuestra necesidad de un Salvador y llevarnos a la fe redentora. Jesús, el Cordero de Dios, eliminó la barrera de pecado que nos separaba de Dios. Cristo nos reconcilió con Dios "haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col 1.20).

Debemos entender lo que sucedió cuando recibimos a Jesús como Salvador (hch 16.31). Por su sacrificio, fuimos redimidos, perdonados y justificados por Dios, y reconciliados con él. Es decir, la sangre de Cristo nos ha sacado de la muerte a la vida, y nos ha permitido iniciar una relación eterna con el Padre. Debemos entender lo que sucedió cuando recibimos a Jesús como Salvador.

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