Agosto 7, 2010
Como pueblo de Dios, estamos llamados a hacer su obra dondequiera que estemos. Y porque somos sus hijos, todo nuestro trabajo tiene un componente espiritual —nuestras acciones, actitudes y palabras dan testimonio de Él. Los israelitas habían regresado a Jerusalén para reconstruir el templo, pero muchas personas se oponían a sus esfuerzos. sus detractores utilizaron una serie de estrategias para impedir que tuvieran éxito (Esd 4.1-5).
Después de un tiempo, el desánimo echó raíces en ellos, y al final la oposición los obligó a detener la obra. Al igual que los israelitas, nosotros podemos estar bajo gran presión, y no poder discernir la forma de seguir adelante. Dios le dijo al líder de ellos, Zorobabel, cómo proceder, y somos sabios si seguimos su consejo: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu" (Zac 4.6). Cuando encontramos obstáculos, nuestra tendencia puede ser buscar la solución nosotros mismos. Esta actitud de autosuficiencia no es correcta para los hijos de Dios.
Aunque en nuestra cultura prevalece un espíritu de independencia, que incluso es admirado, eso es contrario a la manera como debemos vivir según la Biblia. La dependencia del Espíritu santo debe caracterizar nuestra forma de vida: renunciar a tener el control, y permitir que Dios dirija nuestras acciones, darán como resultado que hagamos las cosas a la manera de Dios.
Nuestras vidas no estarán libres de problemas, pero experimentaremos muchas victorias por medio de Él. si dependemos del Espíritu de Dios recibiremos verdadera sabiduría y poder divino. Entonces la paz y el gozo nos acompañarán, aun en medio de la adversidad (gá 5.22, 23). Nuestras vidas no estarán libres de problemas, pero experimentaremos muchas victorias por medio de Él.
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