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Encuentro con Jesús - 31 de Agosto, 2010

Agosto 31, 2010

isaÍas 55.7, 8

La iglesia en la que crecí podía resumir gran parte de su teología en una sola declaración: "No debes…" No recuerdo haber escuchado hablar del amor de un Padre, ni de cómo vivir la vida cristiana. Lo que aprendí fue que un Dios iracundo me castigaría si no obedecía todas las reglas; parecía que habían reglas para todo, incluyendo lo que podía leer, vestir o hacer.

siendo adolescente, pasé mucho tiempo rogando al señor que me perdonara por una u otra tontería, llevaba siempre conmigo un peso de culpa y de preocupación adondequiera que iba. Me parecía que nunca podía ser suficientemente bueno. En realidad, las reglas eran una carga para mí, y puesto que pensaba que Dios las había establecido, Él también era una carga pesada de llevar.

En mis años de joven adulto, entendí que mi percepción de Dios estaba equivocada. Él es bueno, tierno y misericordioso. Los mandamientos que dio fueron hechos para mantenernos libres de peligros y de sentimientos de culpa. Pero aunque volvamos las cosas un caos, no hay condenación para los que están en Cristo (Ro 8.1). Eso quiere decir que Él perdona nuestro pecado y "borra… [las] rebeliones", y que no las recuerda más (Is 43.25). Es posible que tengamos que vivir con las consecuencias, pero nunca con el peso de la culpa.

Dios no es una carga. Él es quien lleva la carga (sal 68.19), que puso nuestros pecados sobre el señor Jesucristo, aliviándonos así de ese peso. No siga tambaleándose bajo el peso de la culpa. Deposítela ante un Dios tierno y misericordioso, que le ofrece un yugo fácil yliviano (Mt 11.30). Deposítela ante un Dios tierno y misericordioso, que le ofrece un yugo fácil yliviano.

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