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Encuentro con Jesús - 6 de Octubre, 2010

Octubre 6, 2010

Lucas 4.16-21 

Imaginemos a un hombre llamado Daniel que, después de cumplir su condena de veinte años acaba de ser excarcelado. ¡Ahora, después de dos décadas tras las rejas, va a probar la libertad otra vez! Pero antes de salir, hace una extraña petición: "Por favor, quítenle las bisagras a la puerta de la celda, y átenlas a mi espalda". Los carceleros lo hacen, y el hombre libre pasa el resto de su vida en esta condición.

La historia de Daniel suena ridícula. No obstante, muchos de nosotros llevamos a todas partes los sentimientos de culpa como la puerta de una cárcel atada a nuestra espalda. Jesucristo nos liberó, pero tenemos problemas para dejar atrás por completo la antigua prisión. El problema es que no creemos en realidad que Dios nos ha perdonado. Muchas veces he aconsejado a cristianos que dicen. "¡Todos los días le pido al Señor que me perdone!" Cuando les explico que Dios ya ha cubierto su pecado, escucho que dicen: "Sí, pero…"

No hay "pero" que valga. O Dios perdona, o no perdona. Si usted ha aceptado a Jesucristo como su Salvador, entonces es libre del pecado (Col 1.14). El Señor promete que no usará nuestros pecados contra nosotros, y que incluso no los recordará (He 10.17). Nada bueno puede salir de desenterrar los fracasos y los pecados del pasado que Él echó tras sus espaldas (Is 38.17). El Libertador ha derribado las paredes de nuestra prisión. Por tanto, deje a un lado la culpa, y viva libre.

Cuando Dios mira a un creyente, ve un espíritu limpio de todo pecado. No permita que la culpa por los errores del pasado le mantenga en la cárcel un segundo más. Crea lo que Dios le dice, que Él alejó sus pecados, cuanto está lejos el oriente del occidente (Sal 103.12). Crea lo que Dios le dice, que Él alejó sus pecados, cuanto está lejos el oriente del occidente. 

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