Octubre 21, 2010
Las promesas de Dios son muy preciosas. No sólo nos recuerdan su interés personal en nuestras vidas, sino que también nos dan esperanza y aliento en los momentos difíciles.
Pero antes de apropiarnos de una promesa, debemos examinarnos en tres categorías: la fe, la obediencia y la paciencia. Primero, debemos poner la fe en Cristo como nuestro Salvador personal y vivir en base a nuestra fe en Él. Obedecer a Dios también es necesario. Si seguimos desobedeciendo al Señor voluntariamente, Él no está obligado a cumplir su promesa (1 P 3.12). Por último, la paciencia es otro requisito. Dios actúa según su calendario para lograr sus propósitos, conforme a su plan perfecto. Esperar en Él es necesario.
A veces, parecerá como si una promesa divina no se está cumpliendo. En ese caso, eche una segunda mirada al pasaje bíblico para asegurarse de que se aplica a usted. Después, compruebe que ha llenado todos los requisitos, y compruebe si hay una necesidad verdadera. Si tiene todavía el convencimiento de que la promesa se aplica a usted, entonces puede profundizar un poco más en la petición. ¿Será honrado el Señor cuando se cumpla esta promesa? ¿Puede Él responder esta oración sin que resulten dañadas otras personas, o estorbar la voluntad de Él para sus vidas? ¿Me ayudará esto a crecer espiritualmente? Estas preguntas adicionales le ayudarán a reclamar una promesa de Dios.
El Espíritu Santo es nuestro maestro, quien nos enseñará en cuanto a las promesas del Señor Jesucristo. Él quiere edificar nuestra fe por medio de la Biblia, darnos el aliento necesario para obedecer, y desarrollar en nosotros el fruto de la paciencia. El Espíritu Santo es nuestro maestro, quien nos enseñará en cuanto a las promesas del Señor Jesucristo.
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