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Encuentro con Jesús - 26 de Octubre, 2010

Octubre 26, 2010

Juan 14.26-27 

La culpa es una respuesta emocional a una mala acción. La experimentamos cuando violamos las leyes humanas o los mandamientos de Dios. Pero, ¿qué pasa cuando no hemos violado ninguna ley, y sin embargo nos sentimos como si hubiéramos hecho algo malo? Ésa es la culpa falsa, un sentimiento innecesario y a menudo paralizante.

La culpa falsa puede tener su origen en una niñez traumática en la que la persona se culpa por problemas sobre los cuales no tuvo ningún control. Este patrón de culparse a sí mismo puede seguir en la edad adulta. Tal vez enfrentamos críticas por no cumplir con las expectativas de nuestros empleadores o familiares. El abuso verbal puede afectarnos hasta hacernos ver como indignos o inútiles. Terminamos sintiéndonos culpables por no satisfacer las expectativas de alguna persona.

Otros somos perfeccionistas que tratamos de hacerlo todo bien desde el principio. Pero, ya que no siempre pueden hacerse las cosas a la perfección, la culpa es un acompañante frecuente. Sin embargo, no hemos violado ninguna ley bíblica. Si nos ponemos a pensar: "Debería haber hecho más, o pude haber actuado mejor", podemos estar cayendo en la trampa del perfeccionismo. Hay casos en los que nuestros esfuerzos no fueron lo que debieron haber sido, pero ésa no es una razón para sentirse culpable.

Los cristianos cometeremos errores de juicio y, como resultado, experimentaremos sentimientos de condena. Pero 1 Juan 1.9 nos dice que debemos acudir a Dios y confesarle nuestro pecado. Si no hay una razón bíblica o legal para sentirse culpable, pídale al Señor que le ayude a dejar la culpa falsa, y a reemplazarla por la paz que Jesús prometió. Los cristianos cometeremos errores de juicio y, como resultado, experimentaremos sentimientos de condena. 

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