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Encuentro con Jesús - 29 de Diciembre, 2011

 

Diciembre 29, 2011

MATEO 20.25-28 

Según la manera de pensar del mundo, los grandes hombres son lo que tienen autoridad, prominencia y poder. Aunque Jesucristo tenía todo eso, lo dejó para convertirse en un siervo (Is 42.1).

El Señor Jesús se entregó por completo para cumplir el plan de redención de su Padre, a pesar de que los beneficiarios, es decir, nosotros, no éramos dignos. Dios es santo y justo, y no puede estar en presencia del pecado. Por tanto, tiene que separarse de quienes están manchados por él. Eso incluye a toda la humanidad (Ro 3.23).

Toda persona nace cautiva a los deseos de la carne (Ro 6.16-18). Cuando alguien dice que está viviendo de acuerdo con "sus propias reglas", en realidad está al servicio de lo que apetece su naturaleza humana. El castigo por ese falso sentido de libertad es la muerte (Ro 6.23).

El supremo acto de servicio del Señor Jesús fue dar su vida en rescate por muchos (Mt 20.28). La palabra rescate se refiere al precio pagado para liberar a alguien —Cristo compró voluntariamente nuestra libertad. Había solo una manera de que Dios pudiera quitar nuestra culpa y permanecer fiel a su propia ley: que alguien sin pecado tuviera que pagar nuestra deuda de pecado.

El sacrificio de Jesús nos salvó de la condena que merecíamos. En vez de eso, recibimos el regalo de la gracia, y hemos sido declarados inocentes. Además, pasamos de ser esclavos, ¡a ser hijos del Todopoderoso!Jesús cumplió el propósito del Padre con fidelidad. Renunció a su derecho, para llevar el peso de nuestra iniquidad, y sufrir la dolorosa separación de su Padre celestial. El Salvador no se reservó nada para sí mismo, y de ese modo estableció un excelente ejemplo de lo que es ser un siervo, para que lo imitemos. El Salvador no se reservó nada para sí mismo, y estableció un excelente ejemplo para que lo imitemos.  

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