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Encuentro con Jesús - 11 de Enero, 2011

Enero 11, 2011 MATEO 7.7-11 El amor de Dios no tiene límites, pero eso no significa que sus hijos no tienen límites. Aunque el mundo argumenta que las normas del cristianismo asfixian a la persona, todo buen padre o madre dará testimonio de que fijar límites es parte del amor a los hijos. Y también, seguir amándoles cuando violan las reglas.

Esto puede traer dos preguntas:

  • ¿Por qué el Señor tiene tantas normas? Los preceptos bíblicos están hechos para protegernos y darnos paz. Pero Dios no obliga a la obediencia. La Biblia no dice ni implica que tenemos que vivir de acuerdo con los Diez Mandamientos o el Sermón del Monte para ser amados. Los hijos de Dios descubren que seguir esas normas es el camino que conduce al gozo, a la seguridad y a una sensación de bienestar. En cambio, la desobediencia trae infelicidad y sufrimiento a la vida.
  • ¿Qué sucede si peco? No hace falta que seamos obedientes para que Dios nos ame. Él ama aun al hombre más malvado y asesino, lo que significa que nadie es capaz de pecar más allá de la gracia redentora del Señor. Él perdonará siempre. Pero tampoco se deje tentar por el error opuesto. La gracia no es una licencia para pecar. Dios nos permite experimentar las consecuencias del pecado. Eso es lo que hace un padre amoroso para asegurarse de que un hijo aprenda el valor de hacer el bien.
Dios ama sin condiciones. Para mostrar su gran amor, Él ha dado preceptos sólidos sobre los cuales las personas pueden edificar sus vidas. Su amor por quienes desoyen las normas bíblicas no disminuye de ninguna madera, pero su corazón se entristece por su rebeldía. Él se deleita en los creyentes que buscan y obedecen su voluntad (1 Ts 4.1). Él se deleita en los creyentes que buscan y obedecen su voluntad.  

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