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Encuentro con Jesús - 30 de Enero


Enero 30

EZEQUIEL 36.25-27

Me maravilla la metamorfosis de la oruga. Un insecto baboso y erizado, que desaparece para convertirse en crisálida, y al poco tiempo surge una delicada y hermosa mariposa. Es algo maravilloso.

Nuestra transformación en el momento de la salvación es igualmente radical y milagrosa. De un corazón destinado a la muerte, pecaminoso y depravado, Dios saca una criatura nueva que ha sido perdonada, hecha justa, y creada para tener el Espíritu de Dios dentro de sí (2 Co 5.21; Jn 14. 17).

¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué, entonces, seguimos luchando con el pecado después de poner la fe en Cristo como Salvador? ¿No deberían haber desaparecido todos los hábitos e inclinaciones de nuestro viejo corazón? La respuesta es que el término "nueva criatura" se refiere a nuestra posición en Cristo. Es cierto que los creyentes son perdonados y que están eternamente seguros como hijos del Padre celestial, pero seguimos viviendo en cuerpos carnales, y mientras estemos en la tierra habrá una batalla continua entre el espíritu y la carne.

Dios nos transforma a lo largo de toda nuestra vida para que nos parezcamos cada vez más a Cristo. Su Espíritu nos ayuda a combatir el pecado, y nos enseña cómo vivir. Este proceso, llamado santificación, es una peregrinación que durará hasta que seamos llamados a la patria celestial.

Mientras que la salvación es un hecho que sucede una sola vez, la santificación es un proceso de toda la vida. Y aunque el Señor nos ve a los creyentes como justos, todavía tenemos la capacidad de pecar.

Afortunadamente, el Espíritu de Dios nos guía y nos da poder para ser más como Cristo, y si nos sometemos a Él, nuestra conducta y nuestros pensamientos cambiarán. El Espíritu de Dios nos guía y nos da poder para ser más como Cristo.

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