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El Camino Bíblico - 24 de Julio

 

Lea Proverbs 16

En la lectura de hoy:

Los valores de poder agradar al Señor y poder escoger la sabiduría

Nadie es humilde naturalmente. El corazón humano ha sido traspasado por el orgullo desde la caída de Adán; sólo Cristo, quien mora en el creyente, puede desarrollar la verdadera humildad en nuestras vidas. Esta humildad se manifiesta cuando mostramos bondad para los que no son bondadosos, paciencia para los que nos molestan, y amor para los que son desagradables. Somos inconsistentes al pensar que «humildemente nos hemos entregado a Jesucristo» y al mismo tiempo actuamos ásperamente contra otros.

El Señor siempre nos guía a ver el resultado del orgullo y la falsa humildad: «Antes del quebrantamiento es la soberbia (el orgullo), y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios» (Proverbios 16:18-19).

Es natural pensar que somos humilde, especialmente cuando estamos solos en oración delante de Dios. Pero la humildad, o la falta de ella, es bien evidente por medio de nuestra actitud cuando estamos con alguien que nos irrita. Si nuestras respuestas son expresadas de cualquier manera sin bondad, o por la forma exterior de nuestras palabras o nuestras acciones o por la forma interior de nuestros pensamientos, entonces nuestra «humildad» no es real, es meramente una máscara (pretendiendo ser piadosos) para nuestro orgullo. Por conocer el destructivo poder del orgullo, vamos a mirar a las personas que son difíciles de amar como personas que son mandadas por Dios para darnos una oportunidad para limpiarnos de nuestra santurronería personal (o falsa humildad) y expresar la verdadera humildad de Cristo y el amor de Dios.

Los creyentes que son verdaderamente humildes no sienten celo ni envidia cuando ellos son ignorados mientras que otras personas son alabadas. Dios siempre nos recuerda: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a (sí) mismos» (Filipenses 2:3).

La humildad nos permite expresar la misma naturaleza de Cristo en nuestras vidas cuando existen diferentes opiniones. La Palabra de Dios también nos amonesta: «Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión» (pensando que somos mejores que otras personas) (Romanos 12:16). Cuando llevamos la naturaleza de Jesucristo en nuestras vidas vemos a otras personas tal y como Jesús los ve, y les damos la misma consideración, sin considerar su raza, su posición, sus habilidades, sus riquezas, pues « . . . Dios no hace acepción de personas» (Hechos 10:34).

Pensamiento para hoy:

Evita la asociación con las personas de mentes mundanas.

Lectura opcional: Hebreos 1

Versículo de la semana para aprender de memoria:

Salmos 34:4