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El Camino Bíblico - 25 de Julio

 

Lea Proverbs 20

En la lectura de hoy:

El engaño del vino; la soberanía de Dios sobre los reyes de esta tierra; las virtudes morales son recompensadas

El alcohol es asombrosamente engañoso. El insidioso trago «de vez en cuando», aun en moderación, parace que no hace daño. Da la apariencia de que hace de la vida más gozosa. Pero muchas personas que beben «socialmente» tarde o temprano descubren que han cambiado el deseo de cumplir con un propósito en sus vidas por la mera despreciable existencia. Muchas personas ilustres que en otros tiempos habían tenido gran éxito e influencia han sido reducidos a la inutilidad por el alcohol. Pero, aunque parezca extraño, ellos piensan y están convencidos que ellos tienen el poder de parar de beber cuando ellos quieran. Por eso Dios nos amonesta: «El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio» (Proverbios 20:1).

Es digna de lástima la persona que trata de escapar las adversidades de esta vida y relajarse con «un pequeño trago». No hay palabras que puedan expresar los resultados tan tristes de las personas que continuamente usan el alcohol. La amonestación de Dios es clara sobre el efecto venenoso del alcohol: «Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor» (23:32).

El uso del alcohol toma el control de nuestras vidas químicamente (lo físico) y emocionalmente (lo mental), y se manifiesta por los efectos y acciones físicas y sicológicas. Una vez que la persona está «atrapada», su dependencia en el alcohol le roba del buen juicio, y gradualmente puede destruirle su vida y las vidas de otros seres queridos. El uso del alcohol también puede producir muchas heridas físicas y emocionales sin fin, que son inevitables e irreversibles.

Mientras que una persona sigue entregando su vida al alcohol y embriagándose, tal persona llega a ser más y más insensible a las consecuencias de sus acciones. Gradualmente, millones de personas han permitido que sus vidas estén en directa violación a la Palabra de Dios. La única libertad de estas trágicas consecuencias es la misericordia y el amor de Dios. Cuando una persona llega a un arrepentimiento verdadero y viene a Cristo, permitiéndole ser Salvador y Señor de su vida, es entonces que el Espíritu Santo llega a ser su fuerza para vencer el pecado: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18).

«Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias . . . sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne» (Romanos 13:13-14).

Pensamiento para hoy:

«Absteneos de toda especie de mal» (I de Tesalonicenses 5:22).

Lectura opcional: Hebreos 2

Versículo de la semana para aprender de memoria:

Salmos 34:4