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El Camino Bíblico - 4 de Diciembre

 

Ephesians 4

En la lectura de hoy:

La exhortación sobre la unidad; los dones espirituales; la importancia de la santidad; vamos a caminar en amor; el matrimonio, un símbolo de la iglesia; los deberes de los niños; la armadura de Dios para el creyente

Cuando dejamos que el amor de Cristo fluya por nosotros y podemos manifestar Su amorosa bondad a todas las personas sin discriminación, es entonces que empezamos a gozarnos de Sus generosas bendiciones. Tenemos que obtener la victoria sobre todos los pensamientos de resentimiento y todos los deseos malvados sin excepción. «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia» (Efesios 4:31). Pero, al contrario, «sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (4:32).

El «enojo» y la «ira» son a veces demostrados en una explosión de palabras abusivas al reaccionar en contra a alguien que no está de acuerdo con nuestro punto de vista. Tristemente, cuando algunas personas se ofenden ellos también se niegan a perdonar. De igual seriedad es el pecado de la «maledicencia», el cual es uno de los siete pecados que Dios aborrece (Proverbios 6:16-19).

La presencia de cualquiera de estos males destruyen nuestra paz mental, entristece al Espíritu Santo, y afecta nuestra relación con Dios. Sin embargo, si permitimos al Espíritu Santo gobernar nuestras vidas, entonces veremos que esos sentimientos de ira serán vencidos.

En vez de tener pensamientos de amargura, de venganza, y de ira, debemos de ver esos sentimientos como una oportunidad para orar por las personas que nos hacen daño. Un buen ejemplo de esto fue Esteban, quien oró al momento de ser apedreado a muerte. «Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hechos 7:60).

Cada creyente es un embajador del Señor Jesucristo y es responsable de responder en amor a todas las personas que son desagradables en sus palabras, actitudes, o acciones. Jesucristo es la Cabeza del Cuerpo, Su iglesia, y nosotros ese Cuerpo. Es bajo Su dirección que todo el Cuerpo se mantiene junto trabajando perfectamente en armonía «a fin de perfeccionar (equipar) a los santos (los creyentes) para la obra del ministerio, para la edificación (el crecimiento) del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto (maduro), a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:12-13).

Pensamiento para hoy:

Los que aman al Señor guardan (cumplen) Sus mandamientos.

Versículo de la semana para aprender de memoria: I de Corintios 13:1