En la lectura de hoy:
La lamentación de Jeremías sobre la destrucción de Jerusalén
La santa ciudad de Jerusalén: «se ha vuelto como viuda, la señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas. No tiene quien la consuele de todos sus amantes; todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos. Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción y de la dura servidumbre» (Lamentaciones 1:1-3). Jeremías nos dice por qué es que Jerusalén fue reducido a tal destrucción deplorable: « . . . Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones; sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo» (1:5).
Judá había sido destruida y muchos se habían muerto de hambre. Ahora sus pocos habitantes que quedaban estaban siendo llevados por sus enemigos a otras tierras extranjeras. Todo lo que había sido tan precioso estaba ahora amontonado tristemente en ruinas.
Para ilustrar la miserable situación de los israelitas en sus sufrimientos y dolores, el profeta Jeremías compara las riquezas, la seguridad, y el orgullo de la ciudad de Jerusalén con una viuda que ha perdido a su esposo. El amoroso Señor había sido el Proveedor generoso y el Protector poderoso de Israel, pero ahora el pueblo había rechazado al Señor. Como una viuda, Jerusalén estaba ahora sola, llorando de noche, sin nadie que la consolare: «Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida; todos los que la honraban la han menospreciado» (1:8). Las casas fueron quemadas y el palacio derribado; pero aun mucho más trágico, el glorioso templo de Dios había sido destruido. Se les había olvidado que el pacto de Dios con Israel requería su propia obediencia voluntaria a la Palabra de Dios.
La única otra nación que ha sido fundada sobre Dios y Su Palabra es Los Estados Unidos de América. Es reconocida por todo el mundo como una nación cristiana, aun su moneda le dice al mundo: «En Dios confiamos». Pero, Dios no puede ignorar los pecados de ninguna persona ni aun los de una nación.
La negligencia espiritual finalmente nos lleva a la pérdida de la libertad. Es un hecho que el pecado nos engaña y ciega nuestros ojos a la realidad. En el pecado aun los enemigos a veces se ven como amigos, pero pronto muestran su verdadera naturaleza la cual destruye nuestra verdadera felicidad.
«Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en Mi Palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:31-32).
Pensamiento para hoy:
«Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré» (Salmo 91:2).
Lectura opcional: Apocalipsis 4
Versículo de la semana para aprender de memoria: Proverbios 3:1-2