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Alimento Diario - 1 de Marzo, 2018

  

Marzo 1

Leer Mateo 21:1-11

SÓLO UN BURRITO

Y [Jesús] les dijo: “Vayan a la aldea que tienen ante ustedes. Allí encontrarán una burra atada, junto con un burrito; desátenla y tráiganmelos. Si alguien les dice algo, respóndanle: ‘El Señor los necesita. Luego los devolverá.’” (Mateo 21:2-3)

No era más que un burrito. Suficientemente grande como para cargar a una persona, pero tan joven que todavía no había sido entrenado para nada. Y todavía estaba con su mamá.

Ese fue el animal que Jesús eligió para entrar en Jerusalén como rey y salvador. Era costumbre que la realeza judía montara burros o mulas: lo podemos leer en la historia del Rey David. Pero antes que ningún príncipe se subiera a uno de esos animales, ya habían sido bien entrenados. Después de todo, montar uno que no haya sido domesticado, probablemente nos deje de espaldas en el suelo. Y eso todavía es más probable si el animal no tiene montura ni riendas, sino sólo un manto sobre su lomo, y tiene que pasar en medio de una muchedumbre ruidosa.

Sin embargo, nada de eso sucedió con Jesús. Ese burrito sin domesticar lo llevó calmadamente en medio de la muchedumbre a través de las puertas de Jerusalén. Indudablemente, el poder divino de Jesús tuvo algo que ver, al igual que el hecho que sus discípulos llevaron también a su mamá. Al atardecer, los dos burros ya estarían de vuelta en su casa descansando tranquilos.

No podemos decir lo mismo de Jesús. Las noches tranquilas que le quedaban podían ser contadas con los dedos de una mano: domingo, lunes, martes y miércoles. La noche del jueves sería su última comida con los discípulos que amaba. Unas horas más tarde sería arrestado, y ya no dormiría más hasta después de la cruz.

Por supuesto que él sabía todo esto… y estaba de acuerdo. Con su sufrimiento y muerte nos habría de salvar a todos, jóvenes y ancianos, tontos y sabios. Y con su poderosa y gloriosa resurrección nos habría de garantizar la vida eterna junto a él en el cielo.

Oración: Querido Jesús, gracias por dar tu vida para hacerme tuyo. Amén.

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