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Alimento Diario - 29 de Abril, 2012

  


Casa de oración

Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. “Escrito está —les dijo—: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero ustedes la están convirtiendo en ‘cueva de ladrones’". Mateo 21:12-13

El año pasado se publicó la noticia de algo ocurrido en la ciudad de Tacoma, Washington.

Una mañana, algunos miembros de la Iglesia Bautista Misionera Gracia estaban preparando la comida para el desayuno de un grupo de hombres, cuando se quedaron sin agua corriente.

Lo interesante era que podían oír el ruido del agua que corría por algún lugar de la iglesia, pero no salía por ningún lado. Luego de revisar, encontraron el problema: les habían robado los caños de cobre.

Esa historia me recuerda la vez que estuve cubriendo una vacancia en una congregación. Cuando llegué, la congregación ya estaba cantando el primer himno, pero aún así todo el servicio transcurrió sin problema... hasta el momento de la consagración de los elementos para la comunión. Cuando levanté la tapa de las bandejas con las copitas individuales de vino, descubrí que alguien había entrado la noche anterior, y se había bebido el vino de cada una de las 80 copitas.

Como dijo Jesús, hay gente que convierte la casa de Dios en una cueva de ladrones.

Debo aclarar que no estoy hablando de los que roban tuberías de cobre o el vino para la comunión. Estoy hablando de los pastores y predicadores que le roban al pueblo de Cristo.

Estoy hablando de los que han sido confiados con la Palabra de Dios, pero la tergiversan, acortan y acomodan tanto, que terminan convirtiéndola en algo irreconocible. Estoy hablando de los que han sido encargados de cuidar ovejas, pero en vez de cuidarlas las trasquilan.

Sí, la iglesia tiene sus propios ladrones.

Es por ello que, si ustedes cuentan con pastores y maestros fieles (y no estoy diciendo ‘perfectos’) que tratan de servirle al Salvador y a usted, agradézcanles.

Háganles saber, ya sea por teléfono, por correo electrónico, o directamente, que aprecian la fidelidad y dedicación con que le sirven al Señor.

ORACIÓN:  Señor, te doy gracias por las personas que tú has llamado al servicio en la iglesia. Alienta y reanima quienes te son fieles, y endereza a quienes se han apartado del camino correcto. En el nombre de Jesús. Amén.

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